Babel
Javier Hernández Alpízar
Campesinos del municipio de Tequila, en la sierra de Zongolica, bloquearon calles del Centro en Xalapa el viernes 26 de marzo.
En 2008, el 12 de diciembre, el gobernador Fidel Herrera dio el banderazo inaugural a la pavimentación de una carretera de 22 kilómetros, de Tuxpanguillo a Dos Caminos. La pavimentación quedó en promesa, no se hizo realidad. No pavimentaron ni un metro, aseguraron los inconformes.
El recurso, se dijo, sería de 90 millones de pesos. Mandaron máquinas que se quedaron paradas, «nada más estorbando».
Las comisiones de los campesinos de Zongolica han venido a Xalapa ya cuatro veces y fueron atendidas por Salvador Guerrero y por Francisco Meza, en el Palacio de Gobierno. Firmaron acuerdos con el compromiso de resolver, pero nada. El 23 de octubre les dijeron que recibirían una respuesta favorable, también en vano.
Después de toda esa espera y dar vueltas desde Tequila, Zongolica, a Xalapa, decidieron venir «a ver al gobernador». Los campesinos querían que los atendiera personalmente el titular del poder ejecutivo estatal y les diera «una respuesta favorable».
El atraso en la pavimentación afecta en la educación y la salud. «En mal tiempo no pueden subir camionetas ni camiones» por una terracería en malas condiciones.
Con el lodo, no se puede caminar «en tiempo de agua. En lugar de que compusieran, fueron a descomponer el camino».
El entrevistado, Bernardino Tiltlihua Xitlaniua calculó que eran unos 250 campesinos y campesinas, que estaban en el Centro de Xalapa desde las 2 de la tarde del viernes, y no los habían atendido. Es decir, los querían pasar con los operadores que los han atendido antes, pero los campesinos no querían tratar con «intermediarios», por considerar que no tienen facultad de resolver. Querían una respuesta personal del gobernador.
Se mostraban dispuestos a permanecer en Xalapa e incluso a que vinieran más campesinos de Coxcautla, Xolxocotla, Choapa, Coxititla, Quecuaxco, Campanario, Tlazololapa, Linderos, Cortexca, Xonocotla, Yetlacualco, como indican los nombres, comunidades indígenas de habla nahua en Zongolica.
Haciendo uso de una tradición de los declarantes críticos en Veracruz (que los hay, claro que los hay), ironizó con la propaganda oficial: «Pasan en los medios de comunicación que Veracruz late con fuerza, para nosotros, allá en la Sierra de Zongolica, late con mentiras, porque pura promesa hacen los mandatarios y nunca han cumplido con lo que prometen.»
Apenas esa semana (de lunes a miércoles), fue necesario que los padres y madres de familia cerraran la primaria «Abraham Castellanos», para que retomaran una construcción que llevaba un año parada. En las fotos que exhibieron a la entrada de la primaria cerrada, en la calle Guerrero, había imágenes de ellos platicando con el exalcalde Ricardo Ahued. Y también con el gobernador.
De manera que sean gente de Xalapa o del interior del estado, tienen que cerrar escuelas o calles para que los vean, los escuchen.
Hay coincidencias en estas movilizaciones: Escepticismo frente a los operadores del gobierno estatal, que los escuchan, firman papeles, y no pasa nada. Exigencia de tratar directamente con el gobernador. Fomentada quizá por el personalismo del titular del ejecutivo.
En el caso de quienes cierran las calles, reciben un tratamiento hostil de algunos conductores e incluso transeúntes, con expresiones de racismo y desprecio, pero ellos contrargumentan: A un taxista que bajaba por Clavijero y los conminaba a no cerrarle el paso, le explicaron que él tiene calles pavimentadas para circular, pero a ellos les puede ocasionar incluso la muerte de sus hijos no tener manera de transportarlos rápido a un hospital.
Es cierto que no todo son rechazos –además: fomentados por la prensa en la ciudad, que destaca siempre el «caos vial» e incurre en también en desprecio y discriminación–, también hay personas, minoría quizá, que simpatizan con ellos y aprueban sus acciones.
El esquema se repite: autoridades del gobierno estatal o menores prometen y no cumplen. Los traen dando vueltas en oficinas, con operadores políticos a lo que ya no quieren ver porque lo consideran inútil. Terminan haciendo manifestaciones que sirven para que los estigmaticen o incluso los repriman, por lo menos con demandas penales.
Tanto los padres que cerraron la Abraham Castellanos como los campesinos de Zongolica hacían alusión en sus consignas a los 400 Pueblos, parece que se dan cuenta que hay movimientos que sirven electoralmente al PRI y son apapachados por las autoridades estatales y municipales, pero a quienes no están en esa cargada, al más jurásico estilo priista, les dan un trato que va de la indiferencia y el insulto a la represión.
Tal vez cuando el lector se ve detenido por una manifestación podría detenerse a pensar: Si los gobernantes cumplieran su trabajo, no habría necesidad de esas manifestaciones. Nadie viaja por gusto desde Zongolica a Xalapa a aguantar desprecios.