De Copala a Gaza: el estado de excepción

Babel

Javier Hernández Alpízar

Acababa de comentar, por separado, con un amigo y con una amiga que estudiaron derecho, pero no ejercen como abogados sino en el periodismo y la docencia, sobre lo singular que puede ser el fascismo en algunos lugares, como México, y sobre la película «Lo Stato de Eccezione»: El estado de excepción, un documental italiano, del 2007, dirigido por Germano Maccioni.

El video es sobre el juicio por las matanzas nazis en Monte Sole, Italia, un juicio con 62 años de retraso que no da lugar a la justicia, pues el único criminal de guerra nazi condenado, Walter Reder, fue liberado por los «buenos oficios» de Austria, su país natal.

En una parte del documental entrevistan al abogado defensor del principal acusado, quien expresa que en tanto ciudadano es antifascista, pero como abogado tiene la convicción de que todos, incluso el peor criminal, tienen derecho a una buena defensa legal.

También explica que los romanos hacían todo lo contrario, pues a quien negaba en bloque al estado romano y su derecho, lo excluían de la ciudadanía y la humanidad. Cualquiera podía asesinarlo y no sería juzgado, porque había matado a alguien que se había puesto fuera de la protección de la ley. Esta noción, bárbara, es humana, demasiado humana, diría un admirador de los antiguos: Nietzsche.

Los nazis la revivieron con sus matanzas. En Italia mataron gente en masa, en estas regiones campesinas, porque los consideraban infrahumanos o subhumanos. Este tipo de racismo que instaura un «estado de excepción» ha sido el leit motiv del colonialismo y de la invasión de unos pueblo por otros.

Acabamos de asistir a dos ejemplos recientes, crudos y no por ello menos condenables, ambos de corte fascistoide, ambos criminales.

En San Juan Copala, Oaxaca, un grupo paramilitar priista, la UBISORT, tiene cercada, bajo estado de sitio, a una comunidad triqui. En tanto los medios se ocupan del secuestro de un hombre del poder, de la muerte no esclarecida de una niña o de la detención de un pillo que era candidato de «izquierda», la indiferencia ante el sitio paramilitar a Copala es en sí una muestra de ese racismo y de la normalización del «estado de excepción».

El racismo con el que Ginés de Sepúlveda argumentaba frente a Las Casas que los indios no podían autogobernarse y por ello era lícito que los avasallaran los españoles, es el mismo racismo que impidió a Fernández de Cevallos (hoy secuestrado), Jesús Ortega (hoy defensor de una candidato rufián detenido) y Manuel Bartlett (héroe ahora de ciertas «izquierdas») y a la clase política aceptar la autonomía en el Congreso de la Unión en 2001. El indio sigue siendo objeto de beneficencia, pero no sujeto de derecho.

Eso es lo que con las armas defiende la UBISORT (y los demás paramilitares en México), la subordinación de los indios al PRI, al PAN, al PRD, a los nuevos encomenderos.

Por ello, el escándalo en sordina de que los crímenes por el estado de sitio a Copala y el asesinato de Bety Cariño, mixteca; del finlandés Jyri Jaakkola y los triquis Timoteo Alejandro y Cleriberta Castro no son castigados, como si no hubieran matado a seres humanos, sujetos de derechos: La impunidad del «estado de excepción» es lo que el gobierno federal y el oaxaqueño han brindado a sus paramilitares.

Y no es asunto exclusivo de «pueblos bárbaros», pues un crimen de lesa humanidad tan grave como la emboscada a la caravana humanitaria a Copala acaba de ser perpetrado por los soldados israelíes que atacaron al barco que se dirigía en misión humanitaria a auxiliar al pueblo de Gaza, cercado por el militarismo israelí. El saldo: 19 muertos y 60 heridos.

El fascismo o protofascismo que implicó el «estado de excepción» desde los romanos y aun antes: Matar a los otros como si no fueran humanos, como subhumanos, y decretar que si están sitiados, quienes los auxilien pueden ser asesinados también es la misma lógica criminal la que llevó a la UBISORT priista a atacar a la caravana que llevaba auxilio humanitario a Copala e incluso a la ambulancia que llevaba a atender a una herida; es la misma lógica criminal con la cual es amenazada la nueva caravana «Bety Cariño y Jyri Jaakkola», cuando el secretario de Ulises Ruiz Ortiz aconseja no ir a la región porque «no hay condiciones» (dejando implícito que los paramilitares tienen carta libre para matar); y la misma lógica homicida que lleva al estado de Israel a atacar al «Mavi Marmara» cuando transportaba diez mil toneladas de ayuda humanitaria para los palestinos.

Ha aparecido un pronunciamiento del Tribunal Russell sobre la impunidad internacional de Israel. Hace meses Adolfo Gilly proponía un tribunal Russell para la masacre de Acteal. Cada vez es más claro que se necesita una justicia de los pueblos, porque la de los estados deja en la impunidad las masacres, como las de los nazis en Monte Sole, Italia; la de los paramilitares de Zedillo en Acteal; los crímenes de la UBISORT y los del ejército de Israel. 

La única verdadera justicia deberá nacer del pueblo, desde muy abajo, porque los estados encargados de vigilar el derecho son ahora promotores destacados de la violación del derecho, de la injusticia y de la impunidad.

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